“Ésta, ésta es, sí, sí…., es la que ha disparado en la pasarela”, es la persona que ha asesinado a Isabel Carrasco”, dijo el policía nacional jubilado, testigo directo del crimen.
Estas fueron las palabras que sirvieron para meter entre rejas a la asesina confesa Montserrat Ascensión González Fernández, quien el día 12 de mayo de 20014, en León, sobre la pasarela del río Bernesga, descerrajó tres disparos sobre Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación y del Partido Popular en la provincia, causándole la muerte.
MOVIL
¿Pero por qué lo hizo? ¿Cuál fue el motivo del crimen?
Casi dos años después, durante la celebración del juicio, la acusación en bloque se dirigió a las nueve personas que componían el jurado popular, comunicándoles que “a la justicia no le importa el motivo del crimen, lo que importa a la justicia son los hechos que aquí se han de juzgar, si se declaran probados o no probados”.
Como es sabido, la motivación que induce a una persona a cometer unos hechos delictivos no es del interés del Derecho Penal, por eso la encargada de cubrir esta laguna es la Criminología. Sin duda, la ciencia capaz de analizar mediante el estudio empírico de los hechos, el impulso, las motivaciones y, en general, todo lo que rodea a la conducta trasgresora.
Así, la motivación debe ser entendida como el conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de la persona.
CONSECUCIÓN DE LOS HECHOS
Farrington explica que para que se produzca la comisión de un delito y otras conductas antisociales, es importante evaluar la interacción del individuo con su ambiente social, especialmente sus procesos cognitivos a la hora de tomar decisiones, teniendo en cuenta las oportunidades delictivas, la víctima y la valoración de los posibles costes y beneficios obtenidos de la comisión del delito.
Es de destacar que después de asistir a las sesiones de este juicio y oír todas las declaraciones y aportación de pruebas, en la línea que propone Farrington, se aprecia que Montserrat sufría una tensión dentro de su ambiente social. El deseo incondicional por el triunfo de una hija (luego frustrado), le hizo tomar la decisión de matar a la víctima Isabel Carrasco; solo faltaba buscar la oportunidad donde todos los factores confluyeran para que tuviera éxito su decisión, valorando sólo la consecución de los hechos, no su consecuencia.
También Merton, en su hipótesis sobre la anomia, habla de que en los valores prevalentes en las sociedades occidentales existe un fuerte énfasis cultural encaminado a la competitividad y el éxito social, lo que proporciona un conflicto en muchos individuos sobre la utilización y los fines a la hora de alcanzar los objetivos imperantes.
TEORÍA GENERAL DE LA TENSIÓN
Así, Agnew en su Teoría General de la Tensión, propone la conexión entre la comisión de conductas delictivas a partir de las relaciones que presenta el individuo con su entorno próximo. En este modelo explica el hecho de la delincuencia mediante las relaciones interpersonales de carácter negativo con otras personas. Estas interacciones son susceptibles de producir tensión o frustración en el individuo, precipitando la conducta delictiva. Así, esta mala relación es la que llevaría a la ejecución de acciones correctivas contra la fuente generadora de tensión, bien utilizando medios legítimos -como la denuncia, el diálogo, la evasión, etcétera- o bien, medios ilegítimos mediante un ataque directo como el asesinato.
Según esta teoría las tres principales fuentes de tensión son:
1. La imposibilidad de alcanzar los objetivos sociales
2. La participación en las gratificaciones que el individuo posee o desea poseer
3. Cuando un individuo es sometido a situaciones negativas y aversivas de las cuales se ve incapacitado para escapar.
Siguiendo las ideas de Farrington, Merton y sobre todo Agnew con su Teoría General de la Tensión, se puede observar que existe una explicación en la motivación del crimen que comete Montserrat. Una de las fuentes que se aprecia es la necesidad de “protección” hacia su hija, como ella misma declara: “Estaba obsesionada con el daño que hacía [Isabel Carrasco] a mi hija y también a mí. Lo he pasado muy mal. Lo llevé a cabo [el asesinato] porque no podía más por lo injusto de la situación a la que estaba llevando a mi hija. Era ella o mi hija (…). Ella iba a seguir haciendo la vida imposible a mi hija, por eso decidí matarla”.
FUENTES DE TENSIÓN
En los siguientes puntos se puede apreciar las tres principales fuentes de tensión:
- En versión de Montserrat, Isabel Carrasco frustró las ambiciones políticas y aspiraciones profesionales de su hija Triana Martínez causando un grave perjuicio en sus bienes económicos y su estatus social, lo que imposibilitó alcanzar los objetivos deseados por ella y por su hija.
- Por otro lado, Montserrat culpa a Isabel Carrasco de mediar en el despido de su hija, de interferir en el logro de un puesto de trabajo en Valladolid y de boicotear la carrera política de la misma, lo que impidió las gratificaciones y recompensas que esperaban poseer mediante esos puestos.
- Por último, Montserrat piensa en su fuero interno que es muy improbable que Isabel Carrasco las deje tranquilas, según su percepción. Por ello, y pese a que la presidenta de la Diputación ya había frustrado las aspiraciones de su hija en la institución provincial, al parecer siguió generando presión sobre madre e hija mediante requerimientos judiciales de cobros indebidos por parte de Triana, así como diversas gestiones para que ésta no consiguiera algunos puestos de trabajo externos, haciendo teóricamente, y siempre según la apreciación de Monserrat, la vida imposible a su familia, extremo por el cual se vio de este modo incapacitada para escapar ante lo que creía unas situaciones negativas y aversivas.
CONCLUSIÓN
Monserrat González tenía la total convicción, como dijo el magistrado presidente del Tribunal del Jurado, “con base real o no”, de que Isabel Carrasco “le hacia la vida imposible a mi hija” generando a lo largo del tiempo una fuerte tensión o frustración, lo que le llevó a interpretar la situación como una injusticia. “Lo lleve a cabo [el crimen] porque no podía más por lo injusto de la situación a la que estaba llevando a mi hija la tal Isabel”.
Esta supuesta injustica e impotencia generó en Monserrat emociones negativas de odio e “inquina” hacia Carrasco, potenciando una conducta delictiva para “corregir” la situación, según su criterio homicida. “Ya vi que no había solución, estaba tan convencida que decidí que la iba a matar; preferí matarla a que se suicidara mi hija”, lo que desde un punto de vista en la Teoría General de la Tensión de Agnew, la llevó a ejecutar a su víctima disparándole a bocajarro con un revólver por la espalda.
“Yo maté a Isabel. Anoche fue la primera vez que dormí tranquila en años”, agregó Montserrat Ascensión González Fernández henchida de sí misma ante el jurado que la condenaría a 22 años de cárcel, 20 a su hija Triana y 14 a Raquel Gago por su complicidad en el crimen. Penas ratificadas por el Tribunal Supremo tiempo después.